La Mujer y el Circo

“¡Meine damen un herren, ladies and gentleman, señoras y señores, el circo es uno de los mayores espacios de libertad que el ser humano ha construido para sí mismo!” Pinito Sombras de un Trapecio, La Casquería Teatro.

Imagina ser una niña de cualquier pueblo o ciudad en el Occidente de principios del siglo XX. Aislada, a varios kilómetros y horas de la siguiente población más cercana, sin mucha más opción que ir a la escuela, en el mejor de los casos, y recibir una educación bastante deficiente, trabajar duramente en el campo o el negocio familiar y ayudar con las tareas de la casa. La vida se reduce a la familia y los vecinos. En realidad, esta rutina podría ser la de cualquier niño e incluso la de cualquier adulto de la gran mayoría de la población. La vida podría parecer repetitiva. El acceso a la información podría llegar a ser bastante limitado, y limitadas también son las diversiones y entretenimientos. Pero entonces…

¡Llega el CIRCO a la ciudad! ¡La posibilidad de entretenimiento en vivo más emocionante! Una exhibición de animales salvajes mucho antes de que existieran los zoos, écuyères, trapecistas, payasos, fenómenos, domadoras de grandes felinos y un innumerable número de números [😉]. Un espectáculo de autenticidad, integridad y vitalidad. Un espectáculo que te expulsa de una realidad, la cotidiana, para abducirte en la Otra, la del circo. Y es que el circo es un espectáculo de eso, de realidad, porque el peligro que se presencia en él es real y es inmediato. Sus intérpretes no fingen.        

Para una niña, sería como poner un pie en otro mundo. Uno donde los colores son más brillantes, los hombres más exóticos y las mujeres más fuertes. A la vez, aterrador y fascinante: “el circo como un cristal del deseo” …

Esta niña, claramente, se relaciona con mujeres todos los días, su madre, abuelas, tías, vecinas, la maestra…que representan un modelo fuertemente codificado de feminidad, de lo que debía ser una mujer. Sin embargo, en los posters que anuncian las actuaciones de circo aparecen dibujos a todo color de mujeres en trajes de ballet, en medias, montando a caballo con la espalda al aire, con disfraces de imitación oriental...y esto solo son los carteles. El gran espectáculo en sí mismo presenta todo tipo de visiones de mujeres: bailarinas, jinetes, trapecistas, domadoras, maestras de ceremonias, la mujer más pequeña y también la más grande, la mujer barbuda y mujeres envueltas en serpientes. El circo rompe con el código. Imaginad la fascinación de nuestra niña…

A principios del siglo XX, el protagonismo de la mujer en el circo había crecido de manera asombrosa. En el libro Women of the American Circus, citan un artículo del New York Times de 1924, donde un payaso de aquella época comentaba “En los viejos tiempos las mujeres [en el circo] eran un adorno. No hacían demasiado excepto presentar los actos. Ahora, ellas son los titulares”. El público estaba entusiasmado con los riesgos asumidos por estas mujeres increíblemente hábiles e impactado con su [ESCASA] vestimenta.

Por aquella época, circos tan importantes como el Ringling Brothers-Barnum and Bailey [EE.UU.], ofrecían espectáculos en una pista independiente donde maestros de ceremonias, jinetes, trapecistas y payasos eran todo mujeres [PUF. AQUÍ HE TENIDO UN FORCEJO IMPORTANTE CON EL MASCULINO HACIENDO DE NEUTRO. EL MASCULINO NEUTRO EN MI CABEZA TAMBIÉN ES LA MADRE DE BRIAN CON BARBA JAJAJA. SIENTO LA INTERRUPCIÓN, SIGO]. Esto brindaba oportunidades de formación y empleo a muchas mujeres y les permitía comenzar una carrera en el circo. Además, al contrario que en el teatro y el cine, donde solo se contrataba a mujeres guapas y jóvenes, el circo ponía el foco en otro tipo de cualidades. Un artículo del New York Times, también citado en el libro Women of the American Circus, señalaba: “a diferencia de los espectáculos musicales más pretenciosos a lo largo de Broadway, donde la belleza es un requisito previo para la admisión en el coro, el Ringling Brothers-Barnum and Bailey, no exige pulcritud en sus mujeres intérpretes. […] exige rareza e inteligencia.”

Estas mujeres circenses no solo causaban un efecto embriagador en el público general, sino que fueron objeto de inspiración de muchos pintores, escritoras, bohemios,…Lo descubrí en una tertulia a la que acudí el pasado noviembre en el Teatro Circo Price y que cambió por completo mi mirada hacia el circo.

El encuentro se titulaba Las primeras mujeres que amé: El mito de la mujer soñada en el circo y comenzaba citando a Flaubert:

“¡Oh, cómo me gustaba, sobre todo, la bailarina de cuerda, con sus largos pendientes que iban y venían alrededor de su cabeza, y su largo collar de piedras que le golpeaba el pecho! ¡Con qué avidez inquieta la observaba, cuando se lanzaba hasta la altura de las bombillas suspendidas entre los árboles y su vestido, bordado con lentejuelas de oro, crujía al saltar y se hinchaba en el aire! Estas son las primeras mujeres a las que amé”.

Los tertulianos, la directora artística del Teatro Circo Price, María Folguera, los componentes de la Casquería Teatro y la periodista Elisa MacCausland, mientras leían fragmentos literarios proyectaban imágenes de Degas, de Toulouse Lautrec…fue un momento de ensoñación…

Miss Lala au cirque Fernando[1]. Edgar Degas.
Au cirque Fernando, l’écuyère. Toulouse Lautrec.

Son, como describía María Folguera, “amazonas, acróbatas, figuras descritas desde la fascinación”.  

Pero, para mí, la revelación más maravillosa de ese día fue (re)descubrir a Elena Fortún. Aquí un fragmento de su novela Oculto Sendero:

“Yo no había ido nunca al circo. En casa no se gastaba un céntimo en diversiones y así no tenía ni idea de lo que iba a ver. Sin embargo, me estremecía de emoción cuando nos sentamos en las gradas entre muchísima gente y oyendo un pasodoble alegre y saltarín…

Calló la música y salió un señor con un sombrero de copa, y de él sacó más de cien pañuelos de colores, dos palomas, cuatro conejos y diez banderas. ¡Era un señor extraordinario! Tenía la facultad de sacar de todas partes algo inesperado…Le vi sacar un huevo de la nariz de una señorita y un reloj de una bombilla…Con este procedimiento tendría siempre cuanto deseara… […]

Pero lo que más me asombró fue la écuyère. Salió vestida de bailarina y sostenida sobre un pie en un caballo blanco…Cada vez que de un salto se lanzaba al suelo, su larguísima cabellera rubia flotaba un instante en el viento como un resplandor de oro…

[…] …Y otra vez salió el caballo blanco…Ahora no venía encima la señorita sino un muchacho con un calzón, chaqueta y sombrero…

– ¿Por qué no sale la señorita rubia? -pregunté decepcionada.

– Si es ella misma vestida de hombre… ¿no la conoces?

[…] De pronto el caballo paró en seco, la muchacha se quitó el sombrero, y la cabellera de oro, recogida dentro de él se esparció por su espalda… Todo el mundo aplaudió…

[…] y salí del circo sin hablar encerrada en mí con la imagen deslumbradora [de la écuyère].”

En definitiva, la tertulia hizo un recorrido por “un imaginario de las artistas de circo vistas por el espectador que a su vez también es artista” [¿CÓMO DE GENUINO ES ESTO?]. 

Ese día no solo se reveló ante mí una nueva forma de mirar al circo, desde la fascinación como nuestra niña y los artistas, sino que también comprendí que, desde sus inicios, el circo ha contado con una alta participación femenina. Una potente HERSTORY de mujeres que consiguieron hacerse con un prestigio social y laboral dentro del gremio.

De entre esos nombres, destacan algunos como Sandwina, la mujer más fuerte del planeta, las trapecistas Miss Fillis y Maryse Begary, ambas conocidas por ser las primeras mujeres en conseguir hacer el pino sobre la barra. O Edith Cliffor, la famosa tragasables quien en su número especial se colocaba en la boca la punta de una bayoneta de 60 centímetros de largo acoplada a un fusil que al dispararse se introducía de una sola vez en su garganta. Pero es que, en nuestra Herstory española contamos con la fabulosa trapecista Pinito del Oro, que fue toda una SUPERSTAR nacional e internacional del circo.

María Cristina del Pino Segura Gómez (1931-2017), más conocida como Pinito del Oro, brilló por su osadía técnica y su carisma. Estuvo más de 30 años subida a un trapecio donde actuaba cada vez más alto [HASTA 16 METROS] y siempre sin red. Durante los años 50, la contrató el circo Ringling Brothers and Barnum & Bailey, el más grande y famoso de todos los circos estadounidenses [¡Y YO SIN CONOCER A ESTA MUJER!]. Al margen de su espectacular carrera circense, Pinito del Oro fue una mujer cultísima que escribió varias novelas a lo largo de su vida, una de ellas autobiográfica. En 1970, hizo su última actuación como trapecista en el antiguo Circo Price, coincidiendo con la última noche de apertura de este lugar. Pinito la crack.   

Pinito del Oro

En una gran variedad de actos, las mujeres de circo no solo sorprendieron al público debido a su habilidad y su ligera vestimenta, sino que, en la narrativa del circo, estas mujeres asumieron el papel de héroe como rara vez lo hicieron en la cultura y el arte occidentales.

El circo era prácticamente el único lugar donde una mujer podía ser recompensada a pesar de su transgresión, o incluso debido a ella. Al alentar a las mujeres a cultivar su fuerza, sus habilidades y su singularidad, esta forma de entretenimiento contribuyó a cambiar las ideas sobre el código y el trabajo femenino.   

En este “realismo espectacular” que es el circo, las mujeres comenzaron a asumir nuevos roles y a desarrollar capacidades antes obligatoriamente ocultas y, por fin, se mostraron a sí mismas.

Bibliografía:

Katherine H. Adams and Michael L. Keene. 2012. Women of the American Circus, 1880-1940. McFarland.

Lillian Leitzel y Alfredo Codona. 2010. Pinito del Oro. Circus Love Story. Javier Sáinz ediciones.

La Casquería Teatro. 2020. Pinito Sombras de un Trapecio. Ediciones Antígona.

Teatro Circo Price. 19 de noviembre de 2019. Tertulia: Las primeras mujeres que amé: El mito de la mujer soñada en el circo.


[1] Miss La La era la trapecista estrella del Circo Fernando, el circo más popular de la ciudad de París que atraía a una gran cantidad de artistas de vanguardia de finales del XIX, como Degas, Renoir, Seurat, Picasso, Chagall. Parte de su actuación consistía en morder una anilla enganchada a una cuerda y elevarse así hasta 21 metros. Este es el momento que inmortaliza Degas. 

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