La Mujer y los Viajes

“Yo, que soy un tanto curiosa…” (Egeria [381-384 d.C.])

Para mí viajar es un placer, una de las experiencias que merecen la pena en esta vida. Viajar te obliga a salir de tu zona de confort, unas veces de una forma más radical que otra, y esto te garantiza un aprendizaje de valor incalculable. Como a otras tantas mujeres antes que yo, podría decir que el viajar me mantiene en un estado constante de ensoñación.

Pero hace no tanto tiempo, en 1913 para ser exacta, Lord Curzon, presidente de la Royal Geographical Society de Londres, proclamaba: “su sexo y su formación [mujeres exploradoras] las hacen ineptas para la exploración, y ese tipo de trotamundos femeninos al que América recientemente nos ha acostumbrado es uno de los mayores horrores de este fin del siglo XlX”[2].

Las mujeres viajeras de años atrás tuvieron que enfrentarse a duros prejuicios al emprender sus viajes, las sociedades geográficas les dieron la espalda y pusieron una y otra vez en duda sus capacidades. Por suerte, la idea de viajar, y de viajar solas, se instaló en el corazón de muchas mujeres y pusieron rumbo a lo desconocido superando todo tipo de barreras.

Gracias a estas pioneras viajeras que, sin duda, nos abrieron el camino, hoy en día las mujeres podemos viajar [SI CONTAMOS CON LOS MEDIOS, CLARO] casi con total libertad. Y digo “casi” porque ni mucho menos gozamos al viajar con una libertad completa, esto es, de la libertad que gozan los hombres. El propósito de este post es contaros por qué.

Siempre que decido emprender un viaje, sobre todo si es a un lugar lejano, es cuando más consciente soy de que las mujeres aún no somos libres. Porque parece que al clicar sobre “finalizar compra” para adquirir un billete de avión, no solo estoy comprando, si no activando cierta maquinaria del patriarcado que me advierte con tono amenazador “Bueno, bueno, bueno. Pero usted, ¿Dónde cree que va, señorita?”.

La falta de libertad a la que me refiero se manifiesta de forma muy evidente, no cuando decidimos viajar sin más, sino, sobre todo, cuando decidimos hacerlo solas. Parece que la sociedad no nos ve capacitadas para emprender un viaje sin compañía. Y esto se debe a que, en muchos aspectos, a las mujeres se nos sigue percibiendo como eternas menores de edad.

A pesar de que las mujeres adultas [ADULTAS] somos, pues eso, adultas y tenemos plenamente desarrolladas todas nuestras capacidades [ES QUE ESTO ME DA HASTA VERGÜENZA ESCRIBIRLO], a la hora de viajar se nos sigue infantilizando. La infantilización implica que necesitamos protección, ya que se nos percibe como seres incapaces de lidiar con los problemas y peligros que se nos puedan ir presentando. Y no solo eso, sino que también lleva implícita una automática pérdida de autoridad.

La infantilización de la mujer es un problema muy serio [Y MUY FRUSTRANTE], ya que nos invalida como personas adultas y el resultado es que, a la hora de viajar, no te toman en serio en el origen y tampoco en el destino. Vamos, que te dan un trato paternalista. Y así, a pesar de estar perfectamente preparada, es mucho más complicado negociar [CON LOS HOMBRES] o resolver los problemas que puedan ir surgiendo [CON LOS HOMBRES] si no cuentas con la autoridad necesaria para ello, lo que conlleva un gasto de energía muy innecesario [Y LA IMPOTENCIA SE DISPARA].

Este problema infundado que es la infantilización se junta con una problemática real, y es que las mujeres recibimos un trato diferencial real en la sociedad con respecto a los hombres. En concreto, estamos expuestas a peligros que los hombres habitualmente no corren. Y he aquí otra muestra de nuestra falta de libertad al viajar [Y EN LA VIDA].

A las amenazas reales a las que nos enfrentamos las mujeres, por desgracia, en cualquier lugar [NO HACE FALTA QUE VIAJES], hay que sumarle los prejuicios que florecen en el imaginario popular de viajes. Esto se traduce en que los niveles de peligrosidad aumentan según te vas alejando de tu punto de origen, así en círculos concéntricos, sobre todo si vamos “solas”. Dicho de otro modo, a través de la lente del prejuicio los posibles peligros se ven en realidad aumentada. Y, por tanto, la probabilidad [INVENTADA] de que te roben, droguen, agredan, violen, asesinen, descuarticen o todo a la vez [Y TE COCINEN EN UN CALDERO JAJAJA], es directamente proporcional a la lejanía más el incremento de los niveles de melanina en la piel de las personas que habitan esos lugares [FYI, LA AUSTRALIA ABORIGEN EN MI CASO JAJAJA], porque aquí la noción etnocentrista de “civilización” y “progreso”, el racismo y la criminalización de la pobreza también juegan su papel [PERO ESTO ES OTRO TEMA]. Como si aquí, en tu “casa”, no pasara nada y hubiera una ausencia mágica de peligro.   

En definitiva, el mensaje es que las mujeres “necesitamos protección” al viajar, pero no cualquier protección [CLARO QUE NO, PRIMAS], sino la protección de un varón. Porque para el patriarcado viajar acompañada de otras mujeres tampoco cuenta. Esto se ve muy claro cuando un grupo de dos o más mujeres decide hacer un viaje y una de las preguntas a las que se enfrentan es: “¿pero viajáis SOLAS?”, cuando realmente lo que se quiere decir es “¿pero no os acompaña ningún hombre?”. Hacer referencia a un grupo de mujeres viajeras e implicar que estas van “solas” es destapar todas las vergüenzas del “patriarcado de viajes” de un plumazo.

Y he aquí, además, una paradoja increíble: la violencia contra las mujeres la ejercen en su mayoría los hombres[1] y, en cambio, necesitamos de la protección de un hombre para protegernos de sus violencias [OLÉ Y OLÉ].              

Sin embargo, cuando en un viaje [O EN LA VIDA] nos encontramos en la situación de estar rodeadas solo de hombres que no conocemos, aunque nuestro acompañante, conocido, sea otro hombre, la tensión [NINJA] se empieza a apoderar de nosotras [“A VER ESTOS”] y una se relaja cuando, de repente, aparece una mujer o varias en la escena. La realidad, que muchas hemos experimentado, es que son las mujeres, y no los hombres, las que nos dan seguridad. Porque, que una mujer ejerza la violencia contra otra es de una probabilidad casi nula. Pero que un hombre ejerza violencia contra una mujer es el pan de cada día. Nos sentimos protegidas entre nosotras [YA SEA VIAJANDO A TANZANIA O VIAJANDO EN EL METRO].

Dicho esto, otro tema que nos afecta a las mujeres viajeras son las recomendaciones de las guías de viaje. Guías tan famosas como las de Lonely Planet incorporan una sección llamada “Women Travellers” (“mujeres viajeras”), donde te advierten que por ser mujer y, sobre todo, si viajas sola, vas a llamar la atención allí donde vayas y que entonces debes tener una serie de precauciones, como:

  • Viste modestamente y de manera conservadora [EJEM];
  • Intenta no llevar el pelo suelto, mejor recogido en una coleta o escondido en una gorra o pañuelo.
  • Lleva gafas de sol para minimizar el riesgo de contacto visual directo [O_O], pero quítatelas cuando tu intención sea hacer amigos, porque llevar gafas de sol es de mala educación [WTF JAJAJA];
  • Utiliza el sentido común y usa tus instintos [AQUÍ SE REFIEREN A MI ENTRENAMIENTO NINJA];
  • Evita caminar sola por la noche;
  • Evita áreas aisladas a cualquier hora;
  • Sé particularmente precavida en las playas [MADRE MÍA, NO HAY QUIEN DISFRUTE];
  • Si se te acerca compañía no deseada, invéntate que tu marido (si no lo tienes, te lo inventas también) está a punto de llegar [REAL QUE LO PONE ASÍ].
  • Si te preguntan si estás casada y por qué tu marido no viaja contigo, invéntate que tienes un marido y que pronto se va a reunir contigo para que así dejen de “molestarte” [OS JURO QUE ESTE “TRUCO” LO USO MÁS DE LO QUE ME GUSTARÍA];
  • Si eres una mujer negra/asiática acompañada de un hombre blanco/occidental, en muchas regiones pensarán que eres una prostituta [O_O]. Ignora los comentarios.
  • Lleva reservados los tours con agencias certificadas. No contrates a guías locales que se acerquen a ti en la calle;
  • Júntate con mujeres locales siempre que puedas [ANDA], que ellas te cuenten lo que está bien y lo que no [ALUCINO];
  • Si la puerta de tu habitación de hotel tiene mirillas, tápalas;
  • Solamente vas a encontrar tampones en las grandes ciudades.

Nada de esto lo tienes que hacer si eres hombre.

Mientras, en algún lugar, una mujer haciendo la maleta:

  • ¿he echado las gafas de sol?
  • ¿esta camiseta tiene mucho escote?
  • ¿y a mi marido? ¡¿qué nombre le pongo?!
  • ¡Ay, madre!, ¡me acabo de dar cuenta de que soy demasiado guapa para viajar! Me matan fijo.
  • ¡AAAHHHHGGGGGRRRHHHH!

Estos consejos, aparte de ilustrar muy bien cómo está el panorama, la realidad [LO PENOSO] es que pueden resultar necesarios, pero, al mismo tiempo, nos infunden miedos e inseguridades y, encima, [Y LO MÁS IMPORTANTE] de alguna manera nos hacen responsables de nuestra propia seguridad. Si finalmente decidimos viajar solas [APARTE DE LA PEREZA DE TENER QUE DAR 800 EXPLICACIONES Y JUSTIFICACIONES], el patriarcado nos comunica que nos estamos poniendo en peligro a nosotras mismas y, por tanto, si nos sucede algo, nosotras seremos las culpables [ELLA SE LO HA BUSCADO, NO HA SEGUIDO LOS CONSEJOS DE LA LONELY PLANET]. Responsabilizarnos a nosotras por las acciones que cometen otros es más antiguo que las piedras. Y el caso de las guías de viaje alimenta a la cultura de culpabilización de la víctima.

Con todo esto encima de la mesa: falta de credibilidad infundada, peligros reales, prejuicios que exageran esos peligros y la carga de responsabilidad, sobre todo si el destino elegido está muy fuera de nuestra zona de confort, al final hace que viajemos en un estado hipervigilante [CUAL NINJA] que nos impide viajar disfrutando, sobre todo al comienzo del viaje, tal y como lo hacen nuestros colegas varones [Y ESTO ES UNA SHIT]. Y esto, obviamente, limita nuestra libertad de movimientos.

Los hombres son libres de hacer lo que quieren, simplemente actúan, hacen, en este caso, viajan. Las mujeres tenemos que actuar pensando en las consecuencias. Y esto también limita nuestra libertad de movimientos.

Pero no todo es negativo, existen fórmulas para superar y escapar de estos prejuicios centenarios y lanzarse a viajar. ¿Cómo? Pues como todo en esta vida: con referentes. En este caso, referentes de mujeres viajeras.

La falta de referentes conocidas es otro de los problemas a los que nos enfrentamos las mujeres. No tener referentes es una gran barrera psicológica. Sin embargo, si alguien con el que puedes identificarte ha hecho algo antes que tú y, además, con éxito ¿por qué no lo vas a hacer tú también? Contar con referentes te hace sentir capaz [Y ESTO ES CLAVE]. Los hombres cuentan con una plaga de referentes a la hora de viajar y lo mejor [PARA ELLOS] es que no les hace falta ni esforzarse para conocerlos, están ahí [FLOTANDO] porque son “la regla” y no la excepción. A las mujeres referentes hay que encontrarlas, rescatarlas [DE LAS PROFUNDIDADES] y darlas a conocer.

La buena noticia [¡POR FIN! QUE YA ME ESTABA AMARGANDO] es que, gracias a una gran labor de investigación, tenemos unas referentes viajeras impresionantes. Desde los tiempos más remotos, numerosas mujeres se han dedicado a explorar el mundo, contribuyendo con sus viajes a un mayor conocimiento científico, etnográfico y geográfico del planeta: peregrinas, trotamundos, exploradoras, misioneras, aventureras, científicas y un largo etc. Una de mis viajeras favoritas es Ida Pfeiffer, una trotamundos austriaca que se recorrió todo el Pacífico sur allá por 1848 y relataba:

“A mí siempre me embarga una sensación de plácida dicha durante estas colosales agitaciones de la naturaleza. Con frecuencia me he amarrado cerca de la bitácora permitiendo que me alcanzasen las descomunales olas con el único fin de impregnarme en cuerpo y alma del espectáculo”[2] [FAN].

O Isabella Bird (1831-1904) que se recorrió las Islas Sándwich, las Rocosas (EE.UU.), Japón, Malasia, Egipto, el Himalaya, India, Asia Central, Persia y Kurdistán, Manchuria, China, Korea y Marruecos. Debido a que los hombres que formaban la Royal Geographical Society de Londres no podían negar más el valor aportado por esta mujer a la geografía, no tuvieron más remedio que admitirla. Y en 1892 Isabella Bird se convirtió en la primera mujer miembro de esta sociedad. Eso sí, un periodista de The Times no se pudo resistir y escribió: “Las mujeres comienzan a ser una plaga en los viajes y las exploraciones difícil de combatir”[2] [CASI REVIENTA ESTE SEÑOR]. 

Y hay más buenas noticias. Y es que en España contamos con una referente viajera [QUE ME TIENE LOCA] de lo más interesante. Resulta el primer libro español de viajes, fue escrito por una mujer: Egeria. Egeria también sería la primera escritora española de nombre conocido [FLIPAD].

Las investigaciones apuntan a que Egeria era originaria de la provincia de Gallaecia, en la Hispania romana. Entre los años 381 y 384 realizó un gran viaje, acompañada de su séquito personal, recorriendo Constantinopla, Jerusalén, Egipto, el Sinaí y Mesopotamia. Se sabe de su viaje gracias a las cartas que Egeria escribió a sus amigas que habían quedado en Hispania, donde les describía con todo detalle aquellos lugares que iba visitando. Las cartas de Egeria constituyen un auténtico diario de ruta.

Yo, que me siento tan conectada a estas mujeres viajeras, que para mí viajar es la sal de la vida, con estas referentes mi espíritu viajero se activa.

Hoy en día, se puede decir que las mujeres viajeras aún nos enfrentamos a ideas preconcebidas y prejuicios machistas al viajar, los cuales se acentúan cuando encima viajamos solas, también nos enfrentamos a la amenaza de posibles peligros reales que no provocamos nosotras pero que, sin embargo, nos hacen responsables de mitigar. Trabas que hacen muy difícil alcanzar el nivel de disfrute de nuestros homólogos masculinos y esto es increíblemente injusto.

Pero, del mismo modo que hicieron nuestras predecesoras, yo os animo a que hagáis un buen corte de mangas al patriarcado cuando emprendáis vuestro próximo viaje [BUENO, O SIEMPRE] y lo disfrutéis y os entreguéis en cuerpo y alma a la experiencia.

Bibliografía:

Pilar Tejera. 2019. Viajeras por los Mares del Sur (1876-1930). Ediciones Casiopea.

Carlos Pascual. 2018. Viaje de Egeria. El primer relato de una viajera hispana. Ed. Cuadernos del horizonte.


[1] Para aquellos con la turra del “Not all men”: En ciencias sociales, los conceptos de acción y acción social pueden aplicarse a sujetos definidos como tipos, es decir, sujetos definidos por el observador como tipos de agentes. Así, cuando hablo de la acción de los “hombres” me refiero a estos como un tipo clasificatorio y no de hombres concretos. 

[2] Viajeras por los Mares del Sur (1876-1930). Pilar Tejera. 2019.

2 comentarios sobre “La Mujer y los Viajes

Deja un comentario