“En nuestras cosmovisiones, somos seres surgidos de la tierra, el agua y el maíz. De los ríos, somos custodios ancestrales el pueblo lenca, resguardados además por los espíritus de las niñas, que nos enseñan que dar la vida de múltiples formas, por la defensa de los ríos, es dar la vida para el bien de la humanidad y de este planeta”. Berta Cáceres, líder indígena lenca.
Nuestra era ha sido denominada como Antropoceno por el premio Nobel de Química Paul Crutzen. Es la época geológica que se inicia con la industrialización, un período en el que la humanidad ha llegado a poseer por primera vez la capacidad técnica de modificar radicalmente todo el planeta.
El ecofeminismo surge del encuentro entre feminismo y ecología durante la década de 1970 como convergencia de ambas reivindicaciones [ES DECIR, NO ES ALGO NUEVO]. Según la filósofa Alicia Puleo, cuyos planteamientos sobre ecofeminismo han sido asumidos internacionalmente como base teórica, el ecofeminismo es un pensamiento y un movimiento diferentes a las formas más conocidas de feminismo e implica una nueva visión empática de la Naturaleza [SÍ, NATURALEZA CON MAYÚSCULA, PORQUE TIENE ENTIDAD EN SÍ MISMA] que redefine al ser humano para avanzar hacia un futuro libre de toda dominación. Un futuro libre de androcentrismo, ese punto de vista patriarcal que hace del hombre y su experiencia medida de todas las cosas; y también de antropocentrismo, esa creencia de que solo lo humano tiene valor.
Pero, ¿por qué relacionar feminismo y ecologismo? [¿ES QUE NO TENEMOS YA LÍO SUFICIENTE?] Después de estudiarlo detenidamente tiene mucho más sentido del que parece a simple vista. Voy a exponer varios motivos por los que ambos movimientos deben estar integrados y que se fundamentan en la práctica.
El cambio climático afecta a toda la población pero se ceba de manera especial con las personas más vulnerables, particularmente con las mujeres y las niñas en situación de pobreza, quienes soportan las peores consecuencias de las tensiones ambientales, económicas y sociales, sufren con mayor intensidad la pobreza energética y suponen el 80% de las personas desplazadas por razones climáticas, pese a tener una menor huella de carbono. A menudo, las mujeres y las niñas son las últimas en comer o en ser rescatadas ante un desastre climático, como ciclones o inundaciones. Además, el cambio climático amenaza con socavar los avances socioeconómicos logrados por las mujeres en las últimas décadas.
Pero al mismo tiempo, son las mismas mujeres quienes están utilizando su conocimiento y experiencia para liderar la lucha contra el cambio climático y la devastación medioambiental. Estas defensoras de la Tierra y los Océanos [ME ENCANTA] han desarrollado prácticas que se consideran ecofeministas porque relacionan la defensa del territorio, las especies y los recursos naturales con sus problemas específicos en cuanto a mujeres.
Es el caso de los movimientos indígenas contra la devastación medioambiental producida por la megaminería y la agroindustria en Latinoamérica donde las mujeres son las protagonistas de esta resistencia. Estos movimientos ya cuentan con figuras heroicas, admiradas y reconocidas internacionalmente, algunas de ellas asesinadas, como la hondureña Berta Cáceres, líder indígena lenca.
Berta Cáceres, ecologista, feminista y defensora de los derechos indígenas en Honduras fue asesinada por defender el medio ambiente. Se ha convertido en un símbolo de todos los activistas que han muerto por enfrentarse al poder al defender su tierra y los recursos naturales. Conocida como la guardiana de los ríos, recibió el premio Goldman en 2015, considerado como el más importante del mundo para el activismo medioambiental. Para entender bien el problema, os voy a contar su historia a través de la voz de su hija, Laura Zúñiga Cáceres, también activista social del pueblo lenca y coordinadora del COPINH[1]. Es un extracto de una de sus participaciones en el programa de Antropología en la radio del canal UNED:
“Mi mami tuvo un proceso bien interesante de constituirse en un liderazgo importante, femenino. Una mujer siendo líder de un movimiento indígena, cuando sabemos que los pueblos indígenas tienen bastante machismo, y poder también ser una líder del movimiento social hondureño. […] En 2009 se da un golpe de Estado en Honduras y este golpe de Estado habilita el concesionamiento masivo de los territorios en Honduras. En este concesionamiento masivo, se concesionan casi todos los ríos de la región del pueblo lenca para hidroeléctricas, sobre todo, y en esas concesiones, se concesiona el río Gualcarque. Es un río que para el pueblo lenca es sagrado, porque nace de una montaña sagrada pero además porque es un río en el que se entiende que habitan los espíritus femeninos que cuidan el agua. Entonces el pueblo lenca decide defender este río y negarse a que se construyan proyectos hidroeléctricos sobre él. Y la empresa DESA, que era una empresa que había logrado de manera corrupta e ilegal el concesionamiento de ese río, monta una estructura criminal que atenta contra quienes se manifiestan y protegen el río. […] La región se militariza y el estado pone a disposición de la empresa policías. […] [A Berta Cáceres] Primero se intenta corromperla, cuando no pueden, empiezan a criminalizarla. Está en la cárcel un tiempo, pero la terminan liberando. Como la cárcel no funciona, la empiezan a amenazar. Y el 3 de marzo [de 2016] la asesinan entrando a su casa.”
Hoy en día este suceso continúa impune y también continúa impune el expolio de los recursos naturales y del territorio contra los que Berta luchó.
En la Amazonía ecuatoriana, la defensa de la naturaleza, el medio ambiente y la vida digna de las comunidades tiene nombre de mujer. Más de cien mujeres, la mayoría indígenas, forman parte del colectivo de Mujeres Amazónicas que actualmente está haciendo frente a la intervención de grandes empresas extractivistas, causantes de la militarización del territorio, de los daños a la Pachamama [MADRE TIERRA] y de la vulneración de los derechos humanos y, al mismo tiempo, están denunciando los abusos sexuales contra las mujeres indígenas.

En agosto de 2019, una marcha de más de 20.000 mujeres, en su gran mayoría campesinas e indígenas, colapsó Brasilia. En esta marcha, las mujeres denunciaron las agresivas políticas que el ultraderechista Jair Bolsonaro está impulsando para ampliar la explotación de recursos minerales en la región amazónica, así como el machismo y la violencia de género que sufren. Constituyó la primera gran protesta realizada en la capital contra este Gobierno.

En Chile, las mujeres Anamuri han comenzado una lucha por la defensa de las semillas autóctonas de su país. Utilizando su conocimiento ancestral de la tierra, estas mujeres están rescatando el patrimonio agrícola y hasta el momento han logrado un stock de 250 especies. Se ha reconocido que estas mujeres son fundamentales para mantener la biodiversidad no solo de Chile sino del Mundo.
Cruzando de América Latina a África, encontramos otros muchos ejemplos de lucha ecologista por parte de mujeres en la defensa de los recursos, el territorio y las especies.
En Kenia, Wangari Muta Maathai, Premio Nobel de la Paz, activista, política y ecologista, fundó en 1977 el Movimiento del Cinturón Verde en colaboración con el Consejo Nacional de Mujeres de Kenia. Desde entonces, esta red se ocupa de la protección del medio ambiente involucrando y otorgando un papel relevante a la mujer africana y a su entorno familiar y les ofrece iniciativas y de condiciones de vida sostenibles para ellas. Además, ha facilitado la formación de miles de mujeres para que puedan conseguir ingresos a partir de la silvicultura y la apicultura. Gracias a este movimiento se han plantado más de 50 millones de árboles en Kenia.
En Zimbabue, un equipo de guardas naturales formado íntegramente por mujeres, las Akashinga [“LAS VALIENTES” EN LA LENGUA SHONA], está revolucionando la lucha contra el furtivismo. En un reportaje realizado por National Geographic, Damien Mander, el fundador de este grupo, cuenta que tras varios años entrenando a guardas hombres, llegó a la conclusión de que en algunos aspectos las mujeres eran más adecuadas para el puesto. Estas eran menos receptivas a los sobornos de los furtivos y más competentes a la hora de reconducir situaciones potencialmente violentas. También sabía que las mujeres trabajadoras de los países en desarrollo invierten el 90% de sus ingresos en la familia, frente al 35 % que dedican los hombres, fomentando de esta manera el crecimiento y desarrollo de la comunidad. Todas las integrantes de las Akashinga han pasado por un trauma: huérfanas del sida, víctimas de agresiones sexuales o de violencia doméstica. Según relata el artículo, tras el duro proceso de selección para pertenecer al equipo, las palabras de Damien Mander fueron: “Creímos que íbamos a hacerles pasar [a las mujeres] un infierno. Y resultó que ya lo habían pasado antes”. Este grupo no sólo ayuda a los animales salvajes y a las comunidades, sino que es un medio de vida para las mujeres que lo integran. Un medio que les ha permitido escapar del infierno en el que estaban inmersas.

En Occidente, contamos con la célebre oceanógrafa Sylvia Earle, Premio Princesa de Asturias de la Concordia 2018, que ha dedicado toda su vida a salvaguardar los océanos del planeta. Esta mujer [¡DE 84 AÑOS!] ha luchado infatigablemente para crear una red global de áreas marinas protegidas para que, al menos, iguale a las de la superficie terrestre. Ya que, a pesar de que los océanos cubren el 70% de la superficie del planeta, solo el 6% de los ecosistemas marinos están protegidos. En 2009, Sylvia Earle lanzó la iniciativa Mission Blue creada para fomentar el desarrollo de las comunidades locales y la preservación de sus mares. De momento, ya ha establecido más de cien lugares denominados “Hope Spots”, que constituyen áreas marinas de alto interés ecológico y que debe de ser protegidas, y trabaja para que en 2020 se haya preservado el 20% de las aguas marinas.

Otro de los motivos por los que relacionar ecologismo y feminismo, es la creciente influencia de la contaminación ambiental en la salud de las mujeres. La contaminación medioambiental afecta a todos los seres humanos, pero no en la misma medida. Debido al mayor contenido en células grasas, muchos de los tóxicos ambientales, metales pesados, sustancias tóxicas presentes en muchos productos de limpieza o cosméticos [QUE UTILIZAMOS MÁS LAS MUJERES. EJEM.], tienden a acumularse en especial en el cuerpo de las mujeres. La doctora Carme Valls-Llobet, especializada en endocrinología y medicina con perspectiva de género, cuenta que el cuerpo de la mujer actúa como “un bioacumulador químico y sufre consecuencias como las alteraciones de la salud reproductiva, la aparición de enfermedades emergentes como la Fibromialgia, la Sensibilidad Química Múltiple y la Fatiga Crónica y el incremento del Cáncer de Mama”. Este hecho hace que la perspectiva ecofeminista deba estar presente en este tipo de investigaciones.
También está el hecho de que las bases del movimiento ecologista mundial son mayoritariamente femeninas y este hecho es aún mayor en el caso del movimiento animalista. En España tenemos el caso de PACMA, el partido animalista, donde son mayoritariamente mujeres las que integran el partido. O la mayor participación de voluntarias en ONG ecologistas y protectoras de animales. Y por qué no decirlo: el archiconocido caso de Greta Thunberg. Una mujer joven, activista climática, que está liderando el movimiento ecologista en Occidente y haciendo sentir incómodos a muchos.
¡Y sigo! [A ESTAS ALTURAS DE POST… ¡¡ESTOY YA REVOLUCIONADA!!]
Otra de las causas por las que la ecología se convierte en una cuestión feminista son las metodologías de aproximación empática para la adquisición de conocimiento científico que han creado y potenciado mujeres científicas, en especial las primatólogas [EMOSIONANTE]. Este tipo de método aboga por abandonar la oposición entre razón y emoción, dualismo que tiene un claro subtexto de género. Gracias a las científicas Dian Fossey, Biruté Galdikas y Jane Goodall, la primatología es un ejemplo del efecto que ha tenido la utilización de la aproximación empática en las investigaciones: lograr conocer lo que el estudio frío y distante de individuos numerados no ha sido capaz de descubrir. A raíz de sus trabajos, Jane Goodall desarrolló un programa de educación ambiental, llamado Roots & Shoots, donde integra de forma exitosa el conocimiento científico y los sentimientos empáticos hacia el medio natural. A día de hoy, este programa sigue en funcionamiento.
Asimismo, está la cuestión de la presión demográfica sobre los recursos del planeta y su relación con la falta de derechos sexuales y reproductivos de las mujeres en numerosos países del mundo. Alicia Puleo explica que la feminización de la pobreza, las trabas puestas a la alfabetización y formación de las niñas y a la educación sexual, así como las leyes que imponen la maternidad forzada, son aspectos de la opresión de las mujeres que tienen importantes implicaciones ecológicas [AHÍ LO DEJO].
Por último, señalar que el papel fundamental de las mujeres en las acciones relativas al clima tiene escaso reconocimiento en los foros internacionales. El ecofeminismo tiene la tarea de visibilizar este gran esfuerzo, así como de denunciar que la cuestión de la situación de las mujeres y las niñas continúa siendo un tema marginal en las esferas de toma de decisiones sobre el clima [EL COP25 SIN IR MÁS LEJOS: ACUERDO IN EXTREMIS PARA LA RENOVACIÓN DEL PLAN DE ACCIÓN DE GÉNERO. VERGONZOSO].
Hoy en día el sistema patriarcal sigue obsesionado con el poder, nos sigue conduciendo a guerras suicidas y al envenenamiento de la tierra, el agua y el aire. Es innegable la existencia de un componente de género en las raíces sobre las que se sustenta el actual sistema productivo. Un ejemplo es que solo 100 empresas producen el 71% de los gases de efecto invernadero de todo el mundo. 99 de estas 100 empresas están dirigidas [CEO] por hombres. Se les ha colado una mujer, Grethe Moen, que es presidenta y CEO de Petoro AS, Noruega [ME LA IMAGINO CON UNA BARBA POSTIZA AL ESTILO DE LA VIDA DE BRIAN DE LOS MONTY PYTHON]. El caso es que estas empresas juntas, controlan la mayoría de los “derechos” de explotación de petróleo, gas y carbón del mundo. Existe un atlas que pone nombre y apellidos a estos señores y que podéis consultar aquí: https://decolonialatlas.files.wordpress.com/2019/04/names-and-locations.png. Y esto es solo un ejemplo.
Por todo esto, en palabras de Alicia Puleo, “hoy más que nunca la filosofía ecofeminista es necesaria si queremos un mundo que no sea desolación, sufrimiento y muerte”, afirmación que comparto plenamente. En este momento de crisis civilizatoria, las mujeres podemos aportar mucho valor [COMO OS HE INTENTADO MOSTRAR A LO LARGO DEL POST] en la búsqueda de soluciones, siendo necesario reconocer como sumamente valiosas las actitudes y conductas de la empatía y del cuidado, enseñarlas desde la infancia también a los niños, no solo a las niñas, y aplicarlas más allá de nuestra especie, a los animales y a la Tierra en su conjunto.
“Es necesario tener en cuenta la experiencia y el SENTIR de millones de mujeres en el mundo, mujeres que trabajan todos los días en defensa de la Naturaleza desde muy diversos ámbitos, convicciones y formas.”
Bibliografía:
Alicia Puleo. 2019. Claves Ecofeministas. Plaza y Valdés Editores.
Beatriz Pérez Galán, Denia Xiomara Mejía Chinchilla y Laura Zúñiga Cáceres. 2019. Honduras: el legado de Berta Cáceres. Canal UNED, Antropología en la radio.
Lindsay. N. Smith. 2019. Mujeres en la lucha contra la caza furtiva en Zimbabue. National Geographic.
Amnistía Internacional. 2019. Mujeres Amazónicas, guardianas de la naturaleza.
Eva Van den Berg. 2019. Sylvia Earle. National Geographic.
Carme Valls-Llobet. 2011. Contaminación ambiental y salud de las mujeres. Investigaciones Feministas.
Jordan Engel. 2019. Names and Location of the Top 100 People Killing the Planet, 2019. Decolonial Media License 0.1.
[1] Consejo Cívico de Organizaciones Populares e Indígenas de Honduras.
Me encantan tus publicaciones.
Un saludo.
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Articulo explendido
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Enhorabuena
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