La Mujer y el Beber

“Mírtale suele oler fuertemente a vino y, para disimularlo, mastica hojas de laurel y, astuta, mezcla el vino con hierbas, no con agua”. (Marcial, V-IV No disimules que bebes)

El análisis que se podría hacer sobre las bebidas alcohólicas o, mejor dicho, sobre la acción de beber y los usos del alcohol es muy basto y diverso. Desde el punto de vista antropológico, se podrían analizar los significados del alcohol en múltiples contextos de interacción social, desde su análisis como elemento en rituales religiosos [LA SANGRE DE CRISTO] hasta el “irse de copas” en un barrio madrileño o la elaboración de begue en la región Moshi del Kilimanjaro, pero lo que aquí me interesa es analizar qué significa el acto de “beber alcohol” para las mujeres. Cómo no, aquí encontramos un de los dobles raseros morales estrella [HIT PATRIARCAL] donde los hombres beben y se emborrachan con casi total libertad [NO HABLO DE ALCOHOLISMO, ESO ES OTRO TEMA] y las mujeres lo hacemos con restricciones y, a menudo, con consecuencias.

Me voy a centrar en el caso Occidental [DIOSA ME LIBRE DE PECAR DE UNIVERSALISTA] y, cómo no, vamos a ver qué nos cuenta nuestra herencia clásica.

Imaginaos que habéis viajado a Italia, es un día soleado, lleváis puestas vuestras gorritas y estáis tan felices haciendo una visita guiada por Pompeya [¿QUÉ IDEAL ES ESTO?], vuestro grupo se para frente a una “taberna” y la guía procedería a explicar algo así:

– El consumo moderado de alcohol era uno los valores morales de la élite de la antigua Grecia y Roma. Figuras como Platón y Tucídides en Grecia o Catón el Viejo y Plinio el Viejo en Roma, entre otros muchos, lo dejaron así reflejado en sus escritos. Séneca decía incluso que la búsqueda de la embriaguez no solo era perjudicial para el individuo, sino también para el Estado.

La ebriedad, y la consiguiente pérdida de control de la mente o el cuerpo, estaba asociada al barbarismo[1], al extranjero, a una falta de disciplina, y, por tanto, proclamar un consumo moderado de alcohol era una de las muchas formas de diferenciarse del Otro: civilizado vs no civilizado [UNA DE ESAS MUCHAS DICOTOMÍAS QUE NOS ENCANTAN EN OCCIDENTE].

Para evitar caer en excesos, o más bien, simbolizar esta moderación, tanto griegos como romanos diluían el vino con agua [BEBERLO A PALO SECO ERA COSA DE BÁRBAROS][2].

Uno de los varios “recordatorios” para contener la ingesta de alcohol lo encontramos en las características y espléndidas piezas de cerámica de figuras rojas y negras[3], que vemos hoy en día en los museos, y que reflejaban el imaginario de cómo debía ser un hombre y una mujer ateniense. En los vasos cerámicos destinados al vino, que seguramente fueron utilizados por los hombres de clase alta en sus banquetes y fiestas, normalmente, hallamos representaciones de sátiros completamente borrachos cubriendo todo el perímetro del recipiente. Mary Beard, catedrática de Clásicas en Cambridge [JEFAZA, PARA LOS AMIGOS], comenta que era un “aviso a navegantes” para los antiguos usuarios: como te pases bebiendo mira en lo que vas a acabar convertido. Este tipo de vasijas apuntaban a aspectos más complicados acerca de dónde estaba la frontera entre la civilización y la ausencia de la misma, de dónde trazar el límite entre el ciudadano civilizado y el bárbaro y nos dan mucha información acerca del acto de beber de los hombres “civilizados”.

Psyker ateniense (S. V a.C)

En definitiva, consumir alcohol con moderación podría considerarse una máxima moral de la visión elitista [E IDEALIZADA] de griegos y romanos sobre el acto de beber.

Bien, pues mientras las gentes adineradas celebraban grandes banquetes y bebían [COMO COSACOS] con moderación en el interior de sus casas, el resto de los mortales acudían a los bares, uno de los elementos más habituales de la escena callejera de Pompeya.

Los escritores romanos suelen presentar estos locales como lugares sombríos, asociados con toda clase de vicios que iban más allá de la ebriedad y el consumo excesivo de comida barata [TOP JAJAJA]. Complementaria a la opinión snob de estos escritores romanos de clase alta, resulta que se dispone de un atisbo de cuál podría ser el ambiente y la clase de clientela que frecuentaba las tabernas en un par de series de pinturas conservadas en dos establecimientos de la ciudad. Las escenas representan la “vida tabernaria” que hablan de una mezcla de sexo, bebida y juego y ponen en evidencia que el mundo de “bares” era un mundo de bebedores del sexo masculino.

Como guía, añadiría que en el establecimiento en el que nos encontramos [EN NUESTRO VIAJE IMAGINARIO] se halló un grafiti que indica que podían servirle un vino peleón por un as, vino de mejor calidad por dos ases y el mejor vino de Falerno[4] por cuatro ases o un sestercio -. [UN APLAUSO A LA GUÍA, POR FAVOR]

Con esta exposición nos quedaríamos tan anchos y nos dirigiríamos todos al siguiente punto de la visita [¿VERDAD?]. Sin embargo, a pesar de que lo que acabo de exponer está perfectamente documentado, falta una parte. Le falta perspectiva. Es decir, ¿dónde están las mujeres aquí? ¿qué ocurre con ellas? ¿dónde encajan?

Así como la versión saneada y moralista del acto de beber estaba reservada a los hombres “civilizados”, la embriaguez resultó ser un potente y común descalificativo dirigido a los extranjeros, al enemigo, a la clase popular, y, sobre todo, A LAS MUJERES. Desde luego que no resultaba difícil encajar a las mujeres en este axioma: civilizado vs no civilizado/ sobrio vs borracho.

Esto no quiere decir que las mujeres bebieran más que los hombres y de ahí su calificativo de “borrachas”, muy al contrario, el consumo de alcohol por parte de las mujeres de la antigüedad estaba socialmente muy penalizado y la embriaguez estrictamente castigada. Por ejemplo, en Roma entre todas las situaciones que podían desencadenar en un divorcio, la embriaguez de la mujer era una de ellas. La explicación de que consideraran este comportamiento de un modo tan intolerable es fundamentalmente que, al perder el control, podían cometer adulterio con facilidad [O ESO DECÍA EL SEÑOR DIONISIO DE HALICARNASO] y comportarse de forma “inconveniente” o que, en opinión de algunos romanos, el vino otorgaba la capacidad de ver el futuro, hecho que no era lícito a las mujeres [NO FUERAN ESTAS A VISLUMBRAR QUE IBAN A ESTAR AGUANTANDO LAS MISMAS M**RD*S 2000 AÑOS DESPUÉS] o también eran algunos los que creían que el vino tenía propiedades abortivas.

Con todo, muchos autores antiguos, tanto griegos como romanos, insistían una y otra vez en describir a las mujeres como “aficionadas a la bebida”. El caso era desacreditar, aunque unos lo hacían con más gracia que otros. 

Del lado de Grecia, Aristófanes es un auténtico experto [ME MONDO] en el uso de este descalificativo como elemento humorístico. En Las tesmoforiantes, las atenienses planean durante las Tesmoforias (festividad que celebraban las mujeres en honor de las diosas Demeter y Perséfone con la rigurosa exclusión de los hombres) tomar represalias contra Eurípides, su difamador por excelencia [JAJAJA ESTO PROMETE]:

MUJER PRIMERA. – […] ¿Qué ocasión de calumniarnos desprecia [Eurípides]? Nos llama adúlteras, desvergonzadas, borrachas, traidoras, charlatanas, inútiles, peste de los hombres; [Nuestros maridos] ya no nos permiten hacer lo que hacíamos a causa de las sospechas que ese hombre ha inspirados a los esposos […]. Creo, por consiguiente, que es necesario librarnos a toda costa de este enemigo […].

Eurípides se entera de lo que traman las mujeres y manda infiltrarse a su suegro, Mnesíloco, en las festividades disfrazado de mujer para que le ayude. Pero, las mujeres pillan al infiltrado y, entonces, Mnesíloco en un intento desesperado de escapar de la situación…:

MUJER PRIMERA. – (A Mnesíloco que le ha cogido a su hijo) ¡Eh!, ¡eh! ¿A dónde huyes? ¡Detente! ¡Oh, desdichada de mí! Se escapa después de haberme arrebatado mi hijo del pecho.

MNESÍLOCO. – Grita cuanto quieras, pero éste no vuelve a mamar mientras no me soltéis; […] Mas ¿qué veo? (Desnudando al niño) El niño se ha convertido en un odre lleno de vino [MADRE DEL SEÑOR JESUCRISTO JAJAJA] con zapatitos pérsicos. ¡Oh, perdularias que no pensáis más que en beber! ¡Providencias de los taberneros y peste de los maridos! […]

Encontramos situaciones análogas a esta en toda la comedia, pero no es la única obra que incorpora esta clase de parodia, ni mucho menos. En Las asambleístas, las mujeres, hartas de la deficiente administración masculina, deciden hacerse cargo del gobierno y se introducen disfrazadas en la Asamblea de los hombres para conseguir de esta manera la aprobación de sus propias decisiones. Uno de los motivos principales por el que las mujeres se apuntan al plan de Praxágora no es porque vayan a hacerse con el mando sino que, al hacerse pasar por hombres, se les va a permitir beber [TOP].

MUJER OCTAVA. – […] mejor me hubiera valido no ponerme la barba pues, por lo que veo, me voy a morir de sed.    

Del lado de Roma, Juvenal [QUE ESTABA ASÍ COMO AMARGAO] en su Sátira VI [DONDE NOS PONE FINAS] define a la mujer emancipada como “aquella que bebe hasta vomitar”. Marcial, por su parte, dedica varios epigramas a este tema como el I-XXVIII donde dice que una mujer que no apesta al vino de la noche anterior porque está todavía bebiendo o el I-LXXXVII titulado Borracha disimulada [JAJAJAJA]: “Para no oler demasiado, Fescennia, cargada del vino de ayer, devoras con avaricia caramelos de Cosmo[5]. Estos desayunos limpian los dientes, pero no son ningún obstáculo cuando brota un eructo desde profundidades abisales. […] Así pues, deja ya esos engaños demasiado conocidos y esos subterfugios descubiertos y preséntate borracha simplemente.” [¡QUE CABRÓN!]

O Plinio el Viejo en su Historia Natural cuenta que una mujer casada fue condenada por haber robado las llaves de la bodega [JAJAJA LO QUE HAY QUE AGUANTAR].

Pero no solamente encontramos este descalificativo aplicado a las mujeres “en general” sino que los historiadores no dudaron en utilizarlo para desacreditar a mujeres particulares, de carne y hueso, consideradas “peligrosas” como Cleopatra o la hija del emperador Augusto, Julia [Ver post: https://lasbonobas.com/2019/07/01/cleopatra-la-reina-demente/]

En definitiva, los hombres beben por diversión, para honrar, para disfrutar de los placeres de la vida y las mujeres, si es que beben, lo hacen porque son unas viciosas desviadas del código de la moralidad, la otra, la incivilizada, porque las mujeres no saben beber con moderación ya que esta es una virtud exclusiva del hombre “civilizado”.

Hoy en día “beber con moderación” sigue siendo una máxima promovida por los Gobiernos y, si bien es cierto que el acto de consumir alcohol se ha ido normalizando para las mujeres en las últimas décadas, también es cierto que aún pervive el doble rasero moral heredado [AUNQUE HAYA MUTADO]. La sociedad asimila, lo que no significa que apruebe, los comportamientos disruptivos de los hombres con el alcohol, sin embargo, no ocurre así en el caso de las mujeres, ya que todavía arrastramos antiguos códigos de conducta. Por ejemplo, en caso de que una mujer sufra abuso o una agresión sexual se suele culpabilizar aún más a la víctima si esta estaba ebria [“ES QUE IBA BORRACHA, ¿QUÉ ESPERABA?”] y, por el contrario, se suele exculpar al agresor si este había bebido de más [“ES QUE IBA BORRACHO, NO SABÍA LO QUE HACÍA”].

El caso es que la sociedad todavía juzga con sesgo de género el comportamiento de las mujeres en cuanto a beber alcohol.

Y si las consumidoras todavía tenemos por delante muchos obstáculos que salvar, imaginaos los que han tenido que sortear las mujeres profesionales que se han querido hacer un hueco en el mundo de la elaboración de bebidas alcohólicas, por supuesto, un mundo masculino [SI NOS ESTABA VETADO BEBER, NI PENSAMOS EN ELABORAR].

En línea con esto último y para cerrar el post, os traigo la mini-entrevista que he tenido la suerte de realizar a la enóloga de Bodegas Arrayán, Maite Sánchez, que ha tenido la amabilidad de colaborar conmigo en este artículo [¡GRACIAS DE NUEVO!]: 

(P) Marina. – Todavía hoy, el mundo del vino es un sector muy masculinizado. En tu opinión, ¿cuál es la situación actual de las mujeres que trabajan en este campo?

(R) Maite S. – Creo que es un buen momento para las mujeres en este sector porque cada vez somos más y estamos más valoradas. Ya no es tan extraño que una mujer sea enóloga o sumiller en un restaurante.

(P) Marina. – En tu carrera como enóloga, ¿a qué tipo de dificultades te has podido enfrentar por el hecho de ser mujer?

(R) Maite S. – La mayor dificultad la tuve cuando empecé a dirigir el equipo de campo, a decirles cómo tenían que podar o a cambiar las cosas que había que hacer en bodega, todo me lo cuestionaban. Creo que hubieran confiado más si hubiera sido un hombre el que se lo hubiera pedido. Pero a lo largo de los años ya somos un equipo y he ganado su confianza y respeto.

(P) Marina. – ¿Qué valor aporta la visión de las mujeres al mundo del vino?

(R) Maite S. – Supongo que aportamos diferencia en la forma de liderazgo tanto en empatía, como en inclusión y en la disminución del ego en muchas ocasiones.

(P) Marina. – ¿Crees que existe algo así como “vinos para mujeres”? A mí lo de los vinos “femeninos” me saca de quicio.

(R) Maite S. – Desde luego que no existen vinos para mujeres ni “femeninos”, cada una tenemos nuestros gustos, ya sean blancos, tintos o espumosos.

(P) Marina. – ¿Admiras a alguna mujer en particular de tu sector? que haya podido ser un referente para ti.

(R) Maite S. – Hay muchas mujeres a las que admiro en este sector y son referentes. Por ejemplo, Bibiana García, Ester Nin, Verónica Ortega, Paola Medina o Rosalía Molina. Cada una con sus retos de producción, venta y conciliación con la familia. Son mujeres emprendedoras cuyos proyectos son muy valorados.

(P) Marina. – Para terminar, ¿qué vino recomendarías en este momento a los lectores de este post que haya elaborado una mujer? (aparte de tus maravillosos vinos) para brindar a tu salud.

(R) Maite S.- Voy a recomendar el Pinot Noir de Cortijo de los Aguilares de Bibiana García. Es un vino elegante y fino de la Serranía de Ronda.

Ya sabéis, ¡TODAS A BEBER! A ver si vislumbramos un futuro mejor.

BIBLIOGRAFÍA:

Mª Dolores Verdejo Sánchez. 1995. Comportamientos Antagónicos de las Mujeres en el Mundo Antiguo. Editorial Atenea. Estudios sobre la mujer.

Mary Beard. 2016. Pompeya. Historia y leyenda de una ciudad romana. Editorial Crítica.

Mary Beard. 2019. La civilización en la mirada. Editorial Crítica.

Las comedias de Aristófanes. 2019. Versión Kindle

Marcial, Epigramas completos. 1996. Letras universales.


[1] Según Mary Beard, el término “bárbaro” originariamente era un antiguo vocablo griego peyorativo y etnocéntrico aplicado a los extranjeros cuya lengua no se entendía porque mascullaban de forma incomprensible: “bar-bar-bar…”.

[2] Como curiosidad, en Roma la proporción de vino/agua se realizaba a gusto con consumidor en su propia copa, aunque Plinio el Viejo mencionaba que la mezcla ideal era 1/8 de vino por 7/8 de agua, a diferencia de la práctica griega de hacer una mezcla comunal en una crátera para todos.

[3] Estas piezas formaban parte de la típica vajilla ateniense y se fabricaron a miles a partir del 600 a.C. en los talleres que conformaban el “barrio de los alfareros” [EL KERAMEIKOS] de la antigua Atenas. Estos vasos, cubiertos de imágenes humanas, se extendieron por todo el mundo Occidental.

[4] El Falerno, cultivado con uvas amineanas, era uno de los vinos más afamados en la antigua Roma. Se cosechaba en la costa de Campania, lindando con el Lacio, al pie de los montes Másicos, cuyos vinos eran también muy nombrados en las fuentes clásicas. Para mejorar su sabor, se envejecía en grandes ánforas de arcilla durante una década o más hasta que adquiría una especie de color ámbar. Plinio el Viejo decía que el vino de Falerno podía prenderse al ponerse en contacto con una llama, por lo que debía de ser más parecido al coñac que al vino.

[5] Cosmo, perfumista de este tiempo, muy nombrado por Marcial.

3 comentarios sobre “La Mujer y el Beber

  1. Curioso y divertido el artículo y penoso el poco interés en valorar la mujer hasta para beber durante la historia antigua y no tan antigua. Para no ir muy lejos. Hace menos de 20 años todavía pensaban que si una mujer entraba en la Bodega con la menstruación podía estropear el vino. A ver si por fin se valora las mujeres como iguales a los hombres.

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