Para celebrar el primer año del blog [¡YA UN AÑO!] hoy publico un post escrito por otra Bonoba, Raquel Fernández Montero, una gran aficionada al deporte que ha escrito un artículo maravilloso. Un homenaje a este espacio que nació con el propósito de contar con colaboraciones de otras mujeres, tal y como hacen las bonobas.
Aquí va:
La educación y la cultura occidental han influido desde prácticamente el principio de los principios en el papel de la mujer en el deporte. Dicha influencia y el poso machista que ha marcado el paso durante tanto tiempo en este ámbito hace que, todavía hoy, perduren aquí los estereotipos ligados a la feminidad y masculinidad. Las diferencias biológicas mal interpretadas, o intencionadamente interpretadas, han sustentado normas de comportamiento que han supuesto para las mujeres una importante limitación del conocimiento y uso del propio cuerpo, así como han limitado su actividad físico-deportiva.
Si nos remontamos a la Inglaterra del siglo XIX, aunque podríamos hacerlo mucho más, el deporte en Occidente se consideró un ámbito de hombres y para hombres. El deporte, como conducta corporal y social aprendida, juega un papel central en la jerarquía existente entre los géneros. El modelo deportivo dominante fue y sigue siendo el modelo «instrumental», donde la racionalidad preside el proceso de mejora continua; el cuerpo es un mero instrumento de consecución de metas, de batir récords, sin tener en consideración sus emociones, sentimientos, esperanzas, ansiedades y recuerdos. Así, el deporte es el ámbito social perfecto para escenificar la identidad masculina: agresión y rivalidad bajo unas determinadas reglas y en algunos casos una ligera violencia admitida y asimilada. En definitiva, el caldo de cultivo perfecto para perpetuar estereotipos de género.
Por ello, no es de extrañar que las mujeres prefieran mayoritariamente actividades físico-deportivas “elegantes”, artísticas, no violentas o de acuerdo con un rígido modelo femenino socialmente aceptado. La profesora Benilde Vázquez, investigadora y pedagoga pionera en la investigación sobre la mujer y el deporte realizó un estudio donde las mujeres consideran que son la natación (45%), el tenis (39%) y la gimnasia (38%) los tres deportes más apropiados para ellas, mientras que los que consideran menos apropiados son el fútbol (para el 46%), el boxeo (40%) y el rugby (13%). Pero aun considerando la natación, el tenis y la gimnasia los más apropiados, ¿los convierte en deportes sin machismo o menos machistas?
Cogiendo como ejemplo el tenis, existen varios factores que denotan claramente cómo el machismo frena el avance del tenis femenino. El primero de ellos es la brecha salarial. No fue hasta el año 2007, 130 años después de su creación, que Wimbledon igualaba los premios para mujeres y hombres, siendo el último de los cuatro Grand Slams que lo hacía (Australia lo igualó en 2001, Roland Garros en 2006 y EEUU en 1973). Sin embargo, lejos de los principales torneos hay diferencias considerables. Resulta curioso saber que hoy en día por cada dólar que ellos ganan, ellas ganan 80 céntimos de dólar y en un estudio publicado en 2014 por la Federación Internacional de Tenis se calculó que 336 hombres podían vivir solo del tenis mientras que solo era así en el caso de 253 mujeres. Pero, al margen de la brecha salarial, las tenistas siguen teniendo los peores horarios, las peores pistas, un código de vestimenta que no vela por la comodidad de las deportistas sino por el “ojo masculino” y siguen siendo relegadas a las peores cadenas de televisión. Esta desigualdad de condiciones hace imposible que las tenistas puedan aspirar a generar el mismo dinero y atención mediática que sus homólogos masculinos. Y sino generan dinero y atención mediática se las relega a los peores horarios, peores pistas, peores cadenas televisivas…y así en espiral. Es una pescadilla que se muerde la cola.
Incluso Rafa Nadal, que aparte de ser uno de los mejores deportistas de la historia es siempre impecable y correcto en sus formas y declaraciones, ha sido engullido por este sistema. Hace escasamente un año le preguntaban su opinión sobre la brecha salarial en el tenis: «¿Por qué las mujeres ganan más que los hombres en la moda? Pues no lo sé, pero ahí sí que tampoco hablamos todo el día de diferencia salarial. Tengo madre, tengo hermana, y son de las personas que más quiero en este mundo. ¿Qué más quiero yo que seamos exactamente iguales? Lo que hay que conseguir es que no por ser hombre o por ser mujer se gane más o menos, sino que sea por la calidad del trabajo o por lo que puedas generar». Aparte de que Rafa Nadal alude a una sociedad ideal del año 2120, resulta impactante escuchar estas declaraciones de una figura tan importante y sobre todo influyente a nivel mundial. Pilar Calvo, Secretaria General de la Asociación para Mujeres Profesionales en el Deporte (AMSP), realizó una reflexión importante tras las declaraciones de Nadal. «La teoría está bien, pero en las mismas condiciones, con los mismos derechos y las mismas oportunidades. Y ahí está el problema. […] No dudo que Nadal quiera la igualdad, pero está claro que no sabe lo que es. No queremos más, queremos lo mismo. No somos iguales, pero debemos tener las mismas oportunidades […] Es mucho mejor reconocer que te gusta el sistema y punto». Y es que el mensaje que se envía también es importante, tal y como dijo Billie Jean King (seguramente la gente no la conozca a pesar de haber sido una de las mejores tenistas y tener más títulos de Grand Slam que la mayoría de tenistas masculinos y femeninos).
Con este ejemplo queda patente cómo puede afectar el “mensaje que se envía” al deporte “femenino”, incluso cuando se pretenda mandar un mensaje positivo.
Pero no quisiera terminar el artículo sin antes responder a la pregunta cargada de machismo, y muy falta de análisis crítico, de Nadal: «¿Por qué las mujeres ganan más que los hombres en la moda?”. Y no me extenderé mucho.
Es cierto que existe una gran brecha salarial entre los modelos y las modelos, esto se puede comprobar fácilmente en la revista Forbes, y esto se debe exactamente al mismo motivo de por qué los hombres generan más dinero que las mujeres en el deporte: marketing puro y duro y roles de género en su máxima expresión.
La pasividad, la objetificación y los férreos códigos de belleza impuestos al sexo femenino es lo que representan estas modelos (también llamadas ¡maniquíes!), categorías que después se proyectan para someter al resto de mujeres a estos mismos estereotipos (igual que la agresividad, la competitividad y, a menudo, la violencia que hay presente en el deporte masculino se proyecta sobre sus aficionados con “o”). Los modelos culturales que aprendemos dan forma a estos ámbitos y, por ello, las consumidoras de la moda son mayoritariamente mujeres, porque así lo hemos interiorizado.
Pero es que encima, a pesar de que hay una brecha salarial «inversa» (si es que algo así existe), aquí también salimos perdiendo. Los diseñadores de la moda, estos artistas que utilizan a las mujeres maniquí, son hombres. Un asunto poco novedoso que se remonta a la antigua Grecia cuando se asoció la imagen de la mujer con «la gracia» mientras «el intelecto» se reservaba al hombre. Pasividad vs Actividad (creatividad en este caso). Y no solo eso, sino que son ellos, hombres, los que se inventan y nos imponen los cánones de belleza al resto de mujeres, cuyo instrumento principal para hacerlo son estas modelos. ¿A ver si es que al patriarcado estas profesionales le salen muy baratas para el daño que hace al resto de la población femenina? (Jo jo jo) Si no, ¿creéis en serio que nos iban a pagar más? ¿así by the face?
Desde luego que la comparación que hizo Nadal es más certera de lo que él se pensaba.
Solamente habrá igualdad en todos los ámbitos entre hombres y mujeres cuando logremos derribar los estereotipos fijados por el machismo y las normas limitadoras del patriarcado y cuando una mayoría de personas (sobre todo las que tienen un papel más influyente para la sociedad) proyecten un mensaje donde solo haya cabida para el respeto y para la defensa de la libertad y los derechos de la mujer, es decir, el feminismo.
Raquel Fernández Montero.