Cleopatra, la reina «demente»

“Hay una historia que no está en la historia y que solo se puede rescatar aguzando el oído y escuchando los susurros de las mujeres”. Rosa Montero.

Cleopatra VII fue la última monarca de una larga dinastía: la ptolemaica. La dinastía ptolemaica de Cleopatra se apoderó de la ciudad de Alejandría tras la muerte de Alejandro Magno en el año 323 a.C. El primer rey ptolemaico, Ptolomeo I Sóter, un griego macedonio, había sido uno de los generales más importantes de Alejandro Magno.

Durante el reinado de Cleopatra (51-30 a.C.), Alejandría era la joya del Mediterráneo. Para que os hagáis una idea, Roma en esa época, a pesar de su enorme población y dominio político y militar, parecía en comparación, en palabras de Mary Beard, más bien un “poblacho provinciano”. El prestigio de la capital egipcia se debía en buena parte a sus famosos monumentos, como la entrada al puerto de la ciudad, que era considerada una de las siete maravillas del mundo antiguo, o la famosa biblioteca o el Musaeum (“lugar de las musas”). Pero lo cierto es que se sabe muy poco de la Alejandría antigua, eso se debe a que la mayor parte de la ciudad antigua se encuentra sumergida en el mar.

La vida de Cleopatra VII, al igual que la ciudad de Alejandría, está rodeada de misticismo. Lo que aparentemente sabemos de ella, o mejor dicho, lo que está presente en la imaginación popular es en gran parte fruto de las tradiciones inventivas del género dramático moderno, desde William Shakespeare hasta Elisabeth Taylor. Me explico.

En la obra de Shakespeare Antonio y Cleopatra, la reina es un personaje femenino muy complejo y altamente sexualizado. La presenta como una mujer sensual casi rayando lo indecente [PARA LA ÉPOCA], adictiva para los hombres, envidiada por las mujeres, cruel con otras mujeres y a la que no le afecta el paso del tiempo [¿BRUJA?]. Shakespeare hace ver que Cleopatra solo vela por sus propios intereses, cuando casi traiciona a Antonio, y creyendo éste que le ha traicionado le llama “falsa egipcia”. Este descalificativo tiene un gran contenido, por un lado deja claro el carácter manipulador y de poca confianza de Cleopatra y por otro es una alusión consciente a su aspecto oriental [cuando es altamente probable que Cleopatra perteneciera a la etnia helena y no a la egipcia], en una época en lo que todo lo oriental estaba tan de moda y tenía ese aura exótica y embriagadora.

En esta línea, la película Cleopatra de 1963 nos presenta a una reina muy similar a la descrita en la obra de Shakespeare, quizá con una actitud de la protagonista más adaptada a la época, más dramática si cabe. Pero lo que es interesante de esta película es que en el imaginario colectivo Elizabeth Taylor es tan Cleopatra como la original, Elizabeth Taylor es la genuina Cleopatra, esa que se baña en leche de burra.  

Hablando de este tipo de leche, me ha parecido tremendamente curioso descubrir que Amazon vende unas cremas hidratantes de la marca ‘Alma Secret’ llamadas “Beauty Secrets of Cleopatra” formuladas con leche de burra y que reza “Mima tu cuerpo con nuestra hidratante corporal más deseada, inspirada en las Pócimas de Belleza de Cleopatra” [LOL]. Desde luego, esta mujer sigue muy viva.

Estas versiones modernas no son una completa invención, tienen su origen en la campaña de propaganda promovida por Augusto, proclamado emperador de Roma tras la derrota de Marco Antonio y Cleopatra. Como explica Mary Beard, “Augusto hizo una demonización de Cleopatra mediante su transformación en una déspota oriental peligrosamente seductora que llevaba una vida de decadencia que contrastaba por completo con las tradiciones austeras y sencillas de Roma, de las que Augusto se había proclamado representante”.

Aprovechando la línea de pensamiento oficial de Augusto, muchos de los poetas más famosos de la época se permitieron hacer descripciones muy interesantes de la reina.

Destaca la descripción de “reina demente” que hace el poeta Horacio en sus Odas, con frases como “una manada de hombres viciosos la mantenían en su demencia” o “[…] mientras que una reina insensata, en los transportes de una ambición sin límites, y en la embriaguez de su prosperidad, trataba de venir con un vil rebaño de hombres infames, […] a destruir el Capitolio y sepultar el imperio bajo sus ruinas.” o “[…] aquel espíritu turbado por el vino Mareótico.” [LOL. ESTA ES TOP] o “Celosa empero de una muerte más noble, esta mujer superior a su sexo, […] se atrevió […] a irritar con sus manos los horribles áspides para que con sus picaduras le introdujesen en las venas el veneno […] y quitar a nuestros victoriosos navíos el honor de llevar en soberbio triunfo a una ilustre reina degradada de su rango.”.

En definitiva, la imagen tradicional que se tiene de Cleopatra es la de una reina independiente y poderosa, que lo planea todo para que sirva a sus intereses y que manipula a una serie de grandes personajes masculinos de Roma con sus artimañas intelectuales y sexuales.

Sin embargo, existen más versiones menos conocidas, si no has viajado a Egipto, que contrastan con esta concepción de Cleopatra. Los historiadores egipcios la han incluido en su propia historia nacional desde hace mucho tiempo, considerándola una heroína y una benefactora pública.

Otro ejemplo es el del historiador inglés Adrian Goldsworthy que, en su libro Antonio y Cleopatra, llega a una conclusión a la que no estamos acostumbrados. Utilizando las mismas fuentes que otros escritores, dibuja a Cleopatra como un personaje secundario en la lucha por el poder en Roma y en el que apenas tuvo influencia política.

La realidad es que la verdadera reina es mucho más difícil de descubrir de lo que aparentemente parece, ya que no se dispone de la mayoría de los hechos más básicos de la vida de Cleopatra.

No se sabe prácticamente nada de los comienzos de su vida, solamente que era hija de Ptolomeo XII ‘Auletes’ [“EL FLAUTISTA”], pero se desconoce la identidad de su madre, lo mismo que la fecha exacta de su nacimiento. La mayoría de los escritores han confiado por completo en Plutarco al situar el nacimiento de la reina en el año 69 a.C. En su biografía de Marco Antonio, Plutarco escribió que Cleopatra murió a los 39 años en el año 30 a.C. Pero lo cierto es que este dato no es fiable, ya que Plutarco, en esta misma biografía, escribe que Marco Antonio y Cleopatra gobernaron juntos durante 14 años, sin embargo se sabe con casi toda certeza que la reina no conoció a Marco Antonio hasta el año 41 a.C., lo que da un periodo de gobernanza conjunta, siendo generosos, de 9 años a los sumo. El caso es que lo que afirma Plutarco parece ser numéricamente erróneo. Quizá se trata un error del propio Plutarco o un error del copista medieval de turno [WHO KNOWS?],  pero nos da una pista de lo poco que podemos conocer a ciencia cierta de Cleopatra.

Respecto a su famoso final, se cuenta con una serie de testimonios directos pero casi todos procedentes del bando enemigo, lo que revela que hay que tratar estos datos con suma precaución.

Asimismo, las abundantes pruebas que aparecen en los papiros encontrados procedentes del Egipto grecorromano apenas ayudan. Lo mejor que se tiene es una posible firma en un documento en el que ella autorizaba unas concesiones aduaneras [QUÉ ABURRIDO, POR FAVOR].

Separar el “mito” de Cleopatra de la realidad es tan difícil que lo único que podemos tomar por cierto es que existe muy poco debajo de la superficie inventada. Yo, personalmente, me quedo con el dato de que en sus últimos días Cleopatra murmuraba una y otra vez “No me pasearán como el botín de un triunfo”.

Bibliografía:

Beard, Mary. (2013). La herencia viva de los clásicos. Editorial Planeta.

Adrian Goldsworthy. (2010). Anthony and Cleopatra. Yale University Press.

Discurso de Germánico comentado por Dominic Rathbone: https://www.world-archaeology.com/features/oxyrnchus/

Quinto Horacio Flaco. Traducción Vicente Cristóbal López (2018). Epodos. Odas. El Libro De Bolsillo – Clásicos De Grecia Y Roma.

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